domingo, 13 de marzo de 2011

Resulta que

llego a esta esquina, con los dibujos los papeles y las entrevistas bajo el brazo. busco los ojos de los amigos y los abrazos. me quedo parada esperando que alguien note por donde ando, como el gato que ronrronea, o algo así. Somos extraños los seres humanos, buscando aprobación como para sentirnos vivos. Es estúpido, por que por más que digamos que no ocupamos, es mejor asumirlo para no evitar desperdicio de palabras.

En fin, aquí estoy en esta esquina, y lo que hago mientras tanto es ver las plantitas que crecen es las arrugas de la acera, y que luchan contra el concreto para vivir en luz.
Recuerdo además, que hoy, mientras me bañaba, me sentía como Mariana ante la playa... y atardece.

¡GRITAR! Sin mirarme en los espejos, sin gastarme los pulmones, sentirme profunda y mujer y átomos y piel y ropas que no valen nada. Luz y lunas y tanto frío y calor y caminar sola y estar en un cuarto oscuro, sola, donde yo soy mi única lámpara y abrazarme y que nadie me toque.

Y sentirme tan triste y tan feliz y con el pelo tan largo.

Luego pienso: Talvez, si intento otra esquina, donde no conozco a nadie, un desconocido me note los papeles bajo el brazo y me ayude a cruzar esta calle, tan atestada de máquinas.

Pero basta, porque son sólo propuestas desquiciadas, tildes en la natilla, deseos de aserrín y herrumbre. ¿POr qué? Porque en la radio suena una canción de reguetón que me sé de memoria y me hago mucha gracia.

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